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“Me avergüenzo de mí”

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“Soy guapa, tengo una carrera próspera y doy charlas en público cada tanto, he formado una bonita familia, y creo que soy – o al menos lo intento – una buena persona… Sin embargo, siento vergüenza de mí. Pienso que me miraran y se darán cuenta de que no soy buena… me da corte decirlo, pero también pienso que cuando me miran es porque tengo un moco en la nariz…”

Este es el resumen de las conversaciones mantenidas con una consultante de 40 años. Estábamos en medio de un proceso terapéutico de 8 sesiones, en las cuales, descubríamos nuevos patrones de pensamiento adquiridos en otras vidas, que minaban su autoestima. Sin embargo, la sensación de vergüenza a mostrarse en público, seguía casi igual. Había mermado un poco…  Pero no lo suficiente para la altura del proceso en la que estábamos. Tampoco había salido nada tan grave en la terapia de vidas pasadas (e infancia), como para avergonzarse de sí misma. Así que le pregunté directamente: ¿Hay algo que me estés ocultando? A lo que respondió muy espontánea y segura que no, que ella había tenido una vida aceptablemente buena. Que no se guardaba ningún secreto.

Así que, le comenté mi intuición de hacerle ese día, dos terapias. Primero iríamos a una vida pasada, aquella en la cual su Alma nos indicara que comenzó el sentimiento de vergüenza. Y la segunda, una técnica que nunca le había hecho. No le expliqué nada más, para que sus pensamientos racionales y lógicos no se dispararan. La idea era que al terminar la vida pasada, la introduciría a la técnica de búsqueda de entidades parasitarias.

Luego de la relajación y profundización entró rápidamente en una vida en la cual, era granjera, madre de 3 niños. Se sentía mal, porque había heredado la granja familiar, y la economía no iba como debía. Le daba vueltas a la cabeza para encontrar una solución, y traer más dinero a casa. Las ideas iban desde prostituirse (¿?) a hacer y vender pasteles en el mercado. La decisión final, fue coger un bidón de gasolina y prender fuego todo (¿?). Termina sus días en una celda, con neumonía, y sintiéndose liberada. Siente que ha liberado a su familia de ella, porque sentía que estaba loca por momentos. Luego de trabajar las emociones y patrones de esa vida, nos tocaba ir al espacio de vida entre vidas. Es la vida que vivimos como conciencia, sin cuerpo. Le pido que desde allí eche un vistazo a toda la vida que acaba de dejar, y le pregunto qué cosas haría de manera diferente… y dónde comenzó esa primera mala decisión que le llevó a quemar su granja.

Ella se sorprende, porque desde la conciencia sin cuerpo, puede ver una escena de su adolescencia que antes no habíamos visitado: Se escapa de su casa, para ir con unas amigas que hacían rituales de brujería. Ellas le hacen una marca en la cabeza, un símbolo extraño. Y desde ese momento, se le engancha la presencia de una “bruja asquerosa, mala, repulsiva, con una verruga enorme en la nariz. Ahí fue cuando comencé a tener los brotes de locura, y si bien podía controlarlos, el día que quemé la granja, no pude… Ella se apoderó de mí”.

Y así, sin más, la consultante se encontró cara a cara con una entidad. Era quien le contaminaba el ánimo con pensamientos obsesivos, haciéndola sentir mal consigo misma.

La “bruja” dijo estar aún conviviendo con la consultante, y que no tenía ninguna intención de marcharse. Las entidades, aunque se muestren agresivas, son almas perdidas que aún no han ido a la luz. Cada una tiene sus razones para no ir. Cuando indagas un poco en cada caso particular, descubres que debajo del enfado y la agresividad que muestran, se mantiene vivo el dolor que no pudieron superar en su momento.  La finalidad de esta técnica, es que se desenganchen de manera voluntaria, para ir hacia la Luz… Y así, no regresar más. Son seres que sufren, por lo tanto, no es difícil negociar con ellos. Se trata de encontrar lo que les generó esa herida tan profunda, y así saber qué es lo que necesitan para marcharse.

En el caso que comparto hoy, luego de que la consultante le cediera sus cuerdas vocales, pude conversar con la “bruja” del lunar en la nariz… y llevarla a su infancia. Allí ella me cuenta que tiene seis años, y que ha prendido fuego todo, a propósito: su casa de madera, con sus padres dentro. El motivo es que no la cuidaban, olía mal, tenía el pelo corto y sucio… y la miraban con asco. Ella había nacido con un enorme lunar en la nariz, y su padre giraba la cabeza para no mirarla a la cara.  Y si la miraban, ella notaba el asco que les daba. Me dijo que era fea culpa de ese lunar, y que además era mala por la rabia que sentía. Sus padres no la querían, y ella tampoco a ellos. Así que lo solucionó prendiendo fuego a todo. Esta pobre niña, rabiosa por la falta de amor, aún tenía a sus padres amarrados a ella.

Así que el primer paso fue que soltara a sus padres, mediante el ejercicio del perdón. Una vez logrado, comenzó la negociación. No fue costoso, porque lo que necesitaba esta niña que había nacido con una deformidad en la cara, era tan solo pensar que se merecía una nueva oportunidad. Con unos padres amorosos, que la amaran desde el primer momento del embarazo. Y pedir nacer con un rostro que le guste… (Y si el lunar feo volvía, existen las cirugías plásticas). Que podía elegir su nuevo nombre, susurrándolo desde el vientre, a su futura madre. Me dijo tiernamente que se quería llamar Marga. Su tono de voz en la conversación se iba volviendo cada vez más dulce. Le preocupaba seguir siendo mala, y estropearlo todo… pero accedió a irse, por la ilusión de volver a nacer, y esta vez en el seno de una familia que la ame. Dijo que no venían ángeles a por ella, sino dos leones mansos. Pidió perdón, dio las gracias y se fue caminando junto a sus animales.

La consultante, que pertenece al campo de la ciencia, y no “cree en estas cosas” me pregunta como hace ella ahora para explicárselo al marido. Quizás con una copa de vino.

Lo importante es que deje de sentir vergüenza. Que esos pensamientos de tener algo en la nariz y no ser tan buena vayan perdiendo fuerza hasta desaparecer, para poder conectar con su paz interior.

Mi sugerencia es: No lo pienses mucho, no le des vueltas a lo que pasó en la terapia… lo fundamental es que te sientas cada día mejor. Para sanar, no hace falta entenderlo todo.

De hecho, cada vez, intento entender menos y dejo que el proceso me lleve allí donde quiere ir.

 

¡Feliz semana!

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